es como si el proceso la hubiera acompañado en su agonía. Justo el día de su cremación, allí en el cementerio donde nos reunimos solo los más cercanos, cinco personas, comenzó a caer una lluvia que, por fin, se ha llevado la flor del naranjo. Fue su despedida, que no su fin. La noche anterior, al pie de su cama, ante su cuerpo exánime le escribí el siguiente poema.
A MI MADRE
Ya
estábamos sin ti
Desde hacía
un tiempo
Solo
pendiente de lo físico
Pequeñas
molestias a considerar
En tu
envoltura humana
Pero de tu
espíritu
Solo
brevemente aparecían ya
Retazos
luminosos
Tus hijos
te hacían sonreír
Solo con
verlos
Confundías
los nombres
Pero, ¿qué
importa un nombre?
Tus ojos se
esforzaban
Por atrapar
la esencia
En un
último intento
De
agarrarte al mundo
Pero, te
has ido,
Callada,
silenciosamente.
En tu vida
no hubo altibajos
(alto papá,
baja tú)
Salvo las
muertes
De tu hijo
mediano y de tu esposo
Ahora te
reunirás con ellos
En ese lado
ignoto
De la otra
orilla
Nos quedan muchos momentos encerrados, de reflexión, de lectura, de volver a repensar la vida que hemos llevado, los amigos que hemos dejado en el camino, las ilusiones que no hemos cumplido, los pequeños logros que nos han ido formando, los miedos que nos acompañan a diario...Lo poco que somos ante la inmensidad y lo fuertes que nos puede hacer la unión (aunque esto último pueda parecer un tópico).
Quiero seguir escribiendo en este blog y prometo contar muy pronto lo que hago con mi grupo de teatro que he formado aquí, en mi nuevo barrio. Hoy solo decir que el nombre es "Como la misma vida" ¡Salud y ánimo, compañeros!