16 de abril de 2020

CONFINAMIENTO 3


16 de abril 2020

Hoy estoy de bajón, no he hecho los ejercicios, ni siquiera un calentamiento chiquitito, ni tai chi, ni nada. Bueno, salí esta mañana con el perro, aproveché para poner el coche en marcha – llevaba más de un mes sin encender ese motor que ya tiene sus años y  la batería puede descargarse por la inactividad - , fui al estanco y a la frutería. Con esto quiero decir que algo me he movido. Pero las noticias no son muy buenas: aunque no sube el número de muertos, son muchos más de 500 diarios y los contagios continúan. Claro que se están haciendo más tests y esto contribuye a que aumenten. Por otra parte, he leído que los tests rápidos no sirven para casi nada, solo los PCR son fiables, y de esos no hay para todo el mundo y los resultados tardan en conocerse.
En fin, que este mediodía me dispuse a preparar el cocido y me serví mi vermut (bebida a la que me he aficionado desde que hace dos meses dejé la cerveza porque me llenaba de gases). Normalmente el vermú me sube el ánimo y ya enfrento la comida y la tarde con un espíritu más tranquilo, más ligero. Sobre todo porque tras la comida viene un poco de tele y una siesta. Pero hoy el vermú no hizo su esperado efecto, al contrario, cayó en mi barriga como una bomba, me entraron retortijones y, como consecuencia, muy mal humor.
En ese momento perdí el gusto por cocinar. El cocido ya no tenía ninguna gracia para mí. Todo eran pegas: había poca carne tanto de pollo como de ternera,  solo tenía costilla salada, ni espinazo, ni hueso blanco; la calabaza era poca y un tanto mustia… Además, como ahora para usar la antigua olla exprés (la nueva la compré en Ikea y es una mierda además de pequeña) en la placa de inducción tengo que poner un adaptador que hace que tarde siglos en hervir, no estuvo listo el cocido hasta las 15:30.
Sí, ya sé, son contratiempos insignificantes,  comparado con lo que están viviendo otras personas en estos momentos. Porque ni yo ni nadie de mi familia estamos enfermos y eso debería bastar para dar gracias a la naturaleza. Pero soy humana y vivimos una situación muy inquietante y, a veces, me desespera no tener idea de lo que está pasando realmente ni de cuándo se verá el fin de esta crisis terrible. Sé que soy privilegiada porque vivo en una casa amplia, con una azotea grande llena de flores, estoy acompañada y tengo un perro; y, a pesar de mi edad, no tengo ninguna patología grave.
Valle de lágrimas, le llamó alguno y sí, la vida tiene momentos preciosos, alegres, llamémosles felices, ¿por qué no?  Sí, felices, pero la mayoría de las veces cuando estamos viviendo esos momentos no somos conscientes de la singularidad de los mismos. La ignorancia de la felicidad. Ay, si pudiéramos volver atrás a algunos de ellos y regocijarnos al abrazar a una amiga, a una nieta, a una hija. ¿Cuántos besos no daríamos ahora que sabemos que no siempre se pueden dar? Creo que comprendo por qué las mujeres mayores dan esos besos repetidos, pequeños besos muy seguidos de los que a veces nos hemos quejado y, ahora lo veo, burlado injustamente.


No hay comentarios: